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La responsabilidad moral de vacunarse

Por el Obispo W. Shawn McKnight

Nuestro mundo ha enfrentado una crisis de salud durante más de un año, sin precedentes en los tiempos modernos. Más de 4.3 millones de personas han muerto por el brote del coronavirus COVID-19, y hemos visto un resurgimiento de casos en nuestra diócesis este verano. Todos sentimos fatiga y ansiedad, especialmente sobre cómo esta pandemia persistente afectará el entorno de aprendizaje de nuestros estudiantes que regresan a la escuela.

Según las autoridades estatales, nacionales y mundiales, la forma más eficaz de detener la propagación del virus es vacunar a un número suficiente de personas. Tanto el Papa Francisco como el Papa emérito Benedicto XVI, y tanto el presidente Donald Trump como el presidente Joseph Biden, han sido vacunados y animado a todos los que somos elegibles a hacerlo también.

Me preocupan los informes que estoy recibiendo de nuestros médicos profesionales y nuestros párrocos, y me preocupa que si permitimos que el virus se propague más causará un gran daño a nuestras comunidades.

Vuelvo a escribir, esta vez con urgencia, para animar a todas las personas que pueden vacunarse a que lo hagan. Hacer su parte y aceptar su responsabilidad es la forma más rápida de detener el sufrimiento y volver a nuestras actividades normales.

Los aspectos morales de la vacuna han sido examinados a fondo por la Iglesia católica. Quiero dejar claro el resultado de la reflexión doctrinal y pastoral de la Iglesia sobre este asunto: es moralmente permisible y moralmente responsable recibir las vacunas actualmente disponibles contra el COVID-19.

El Papa Francisco aprobó una declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que declaró que es moralmente aceptable recibir las vacunas contra el COVID-19, incluso aquellas que están remotamente conectadas con el grave pecado del aborto. La Congregación declara: “[C]uando no estén disponibles vacunas Covid-19 éticamente irreprochables (por ejemplo, en países en los que no se ponen a disposición de médicos y pacientes vacunas sin problemas éticos o en los que su distribución es más difícil debido a las condiciones especiales de almacenamiento y transporte, o cuando se distribuyen varios tipos de vacunas en el mismo país pero, por parte de las autoridades sanitarias, no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a inocular) es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra  el Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”.

Asimismo, el Comité de Doctrina y el Comité de Actividades Pro-Vida de los obispos de los Estados Unidos han escrito: “En vista de la gravedad de la pandemia actual y de la falta de disponibilidad de vacunas alternativas, las razones para aceptar las nuevas vacunas contra el covid-19 de Pfizer y Moderna son lo suficientemente serias como para justificar su uso, a pesar de su conexión remota a líneas celulares moralmente comprometidas”.

Soy consciente de que se están presentando otras opiniones, incluso de algunos sacerdotes, especialistas en ética, y políticos. Sin embargo, no todas las voces son iguales cuando se trata de cuestiones de fe y moral. Como católicos, debemos mantener la voz de autoridad de nuestros principales pastores, el Papa y los obispos, a un nivel más alto de consideración sobre otras voces. Como católicos, debemos examinar cuidadosamente, utilizando tanto la razón como la fe, cualquier opinión que parezca oponerse a la enseñanza oficial de la Iglesia o que socave el bien común y la unidad de la Iglesia. Yo sostendría eso con respecto en cuanto a cualquier tema moral o doctrinal.

Con respecto al tema de las vacunas contra el COVID-19, los presidentes de los comités de Doctrina y Actividades Pro-Vida de la USCCB explican, en su justificación para la aprobación de las vacunas contra el COVID-19 de Pfizer y Moderna, que la Iglesia ha aceptado durante muchos años el uso de la vacuna contra la rubéola (sarampión alemán).

“Es importante señalar que la fabricación de la vacuna contra la rubéola (o de las nuevas vacunas contra el covid-19) no incluye células tomadas directamente del cuerpo de un niño abortado”, escribieron los arzobispos-presidentes. “Las células tomadas de dos abortos en la década del 60 se replicaron en un laboratorio para producir dos líneas celulares que pueden reproducirse una y otra vez, indefinidamente. Para hacer la vacuna de la rubéola, las células de estas líneas celulares son estimuladas para producir los químicos necesarios para la vacuna. No es como si la fabricación de la vacuna requiriera cada vez más células de cada vez más abortos”.

La Iglesia no solo nos da permiso para recibir estas vacunas, sino que nos informa que tenemos la responsabilidad moral de recibir las vacunas cuando podamos hacerlo.

Esto se debe a que cada uno de nosotros es responsable por el bien común, es decir, por nuestro bien y el bien de los demás. Estamos especialmente preocupados por los miembros vulnerables de nuestras comunidades, como los niños, para quienes la vacuna aún no está disponible, y aquellos con ciertas condiciones médicas que los hacen médicamente no aptos para la vacuna. Toda persona que se enferma gravemente con el COVID-19 (la gran cantidad de los cuales no están vacunados) pone una carga adicional en el sistema de atención médica, que en ciertas ciudades, estados y naciones permanece en o cerca de niveles críticos de sobrecarga, y una carga adicional sobre el personal médico que afronta con valentía esta crisis. Es socialmente irresponsable no considerar este hecho al tomar la decisión de no vacunarse.

También se debe prestar más atención a nuestros niños que desean ser educados en persona. Las consecuencias para la salud espiritual, emocional y mental de la enfermedad y los períodos repetidos de cuarentena y encierro no deben pasarse por alto. Por el bien de nuestra juventud y su educación y formación, nuevamente, los insto a aceptar su responsabilidad y actuar por el bien común.

Sin embargo, nadie debería concluir que la Iglesia se está haciendo de la vista gorda ante la maldad del aborto. La enseñanza de la Iglesia al respecto es muy clara. Nunca podemos comprometer nuestro principio de que toda la vida humana es preciosa y debe ser protegida. Los obispos estadounidenses abordan directamente la preocupación de algunos que afirman que la aceptación de la vacuna no es pro-vida. “Nuestro amor por el prójimo debería llevarnos a evitar el escándalo”, comentan los obispos, “pero no podemos omitir el cumplimiento de serias obligaciones como la prevención de infecciones mortales y la propagación del contagio entre los vulnerables solo para evitar la apariencia de escándalo”.

Si bien sabemos que es moralmente permisible y responsable vacunarse contra el coronavirus para la protección de los vulnerables y el bien común, debemos estar siempre en guardia para que las nuevas vacunas contra el COVID-19, al igual que la vacuna contra la rubéola, no nos desensibilicen o debiliten nuestra determinación de oponernos a la maldad del aborto en sí y al uso posterior de células fetales en la investigación. Me uno a la Santa Sede y a mis hermanos obispos para suplicar a los investigadores biomédicos y a las empresas farmacéuticas que redoblen sus esfuerzos para crear vacunas sin conexión alguna con el aborto.

Para aquellos que, después de considerar con oración y reflexión la enseñanza de la Iglesia sobre este asunto, aun determinan que deben rechazar la vacuna por razones de conciencia, les pido que muestren el mayor respeto por las declaraciones de las autoridades de la Iglesia y que conversen con sus párrocos sobre cómo hablar con prudencia sobre el tema en aras del bien común y la unidad dentro de nuestras comunidades.

Además, la Santa Sede afirma claramente que estas personas “deben tomar las medidas, con otros medios profilácticos y con un comportamiento adecuado, para evitar que se conviertan en vehículos de transmisión del agente infeccioso. En particular, deben evitar cualquier riesgo para la salud de quienes no pueden ser vacunados por razones médicas o de otro tipo y que son los más vulnerables”.

Debido a la confusión con respecto a las vacunas y a la necesidad de una práctica constante en toda la diócesis, he emitido un decreto general que me reserva como obispo diocesano la decisión de conceder o no las solicitudes de los católicos que buscan apoyo para una exención religiosa de las vacunas cuando sean exigidas por autoridades legítimas. Los párrocos que reciben tales solicitudes de sus feligreses deben referirlos a la Oficina del Obispo.

Que San José, Patrono de la Iglesia Universal y Protector de la Sagrada Familia, ruegue por nosotros durante este Año Santo.


 [PA1]I think there is a word missing here: “The spiritual, emotional, and mental health of illness and repeated periods…”, maybe “repercussions of illness..”